¿Cuándo estamos listos para ver cómo una persona que amamos parte? A lo largo de mi vida me he hecho esta pregunta en tantas ocasiones... Y no, no tengo respuesta. Por mucho que en el blog os pueda haber hablado ya de cómo poder superar el duelo, no lo sé.
No tengo esa fórmula mágica, esa pauta que poder seguir para que todo duela menos. Aprender a llevar con "deportividad" que hemos perdido.
Y sí, si buscamos en Google, encontraremos infinidad de frases hechas, "el tiempo lo cura todo", "tienes que ser fuerte"... pero sinceramente, nada... nunca es suficiente para mí.
La muerte, esa injusta, maldita, cabrona, esa burla del destino, repentina, a destiempo, que te ha atacado por la espalda y te sacude, te golpea, te hiere, te parte en dos, te deja sin respiración, la que te ha machacado dado el golpe de gracia después de haberse llevado a ese ser querido.
Esa que de un zarpazo ha transformado tu amor en dolor, tu fuerza en impotencia, tu pensamiento en melancolía.
Y lo siento, porque no sé qué decir, porque todo lo que pueda salir de mi boca o de mis dedos, ahora que te escribo, me parece tan minúsculo, tan insignificante, porque no, no hay palabras que puedan consolarte, lo sé, lo entiendo, e incluso lo comparto.
Por eso no te he dicho que te "acompaño en el sentimiento", porque ni me imagino lo que debes sentir.
Obvio, que sí, he sentido el dolor desgarrador por la pérdida de un ser amado, que me han dejado vacíos en mí imposibles de volver a llenar. Y mi corazón estalla de dolor al pensarlo. Y sé que esas pérdidas me han sentenciado al vivir con ese dolor, pero es mí dolor, no el tuyo, como el tuyo no es el mío, y es por ello que no me atrevo a decir que puedo acompañarte con lo que estás sintiendo.
Me duele porque no puedo decirte tampoco a ti esas frases hechas de manual que supuestamente puedan "consolarte". Lo siento, pero no puedo.
Me siento impotente, por no hallar el modo de poder aliviar ese peso, ese dolor. Por no poder ser tu guardián y protegerte de todos esos dragones y fantasmas que vengan a molestar.
Y aunque diga que no puedo sentir tu vacío inmenso, sé que estarás vacío de todo, pero no de memoria.
Y puede, y ojalá, llegue un día en que un río te lleve hacía atrás, a esos recuerdos vividos que se han quedado ahí anclados en el pasado esperando a que regreses a por ellos.
A ese tiempo compartido que sin duda, habrá sido de los mejores, y entonces que esa garra, que hoy aprisiona tu corazón, ceda un poco.
Y vuelvas esa vista atrás, esa vida atrás, y que la vida te vuelva.
Y con ella las risas, el latido fuerte, la música, las miradas limpias, los abrazos sinceros, el entusiasmo, esos guiños cómplices, el olor a lluvia, el calor de una chimenea, el sabor a lambrusco, los sueños...
Y cuando eso suceda, espero que sientas que tu corazón se libera, quizás y seguro que no del todo aún, pero sí lo justo y suficiente, para volver a latir, para volver a sentirte vivo otra vez.
E invocarás y vendrá a ti toda esa energía positiva. Volverá lo simple, lo que nos sana.
Y que la herida, esta maldita y cruel herida que ahora te está torturando, aunque sé que no va a cerrarse jamás del todo, empiece a cicatrizar, aunque escueza eternamente.
Espero también que poco a poco todo tu amor pueda vencer al dolor, y que esos recuerdos te ayuden en ello, y destierren a la melancolía.
Contigo se quedan sus risas, su voz, sus abrazos, esos instantes de vida junto a ti, y por consiguiente, cada minuto de su vida, cada instante de su vida, seguirá eternamente en ti.
Y sí, que jodida es la muerte cielo, pero qué bonita es la vida.
(Sabes que hoy escribo para ti... Aish.)